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Nueva York.—Durante el primer debate presidencial del miércoles, el presidente Barack Obama actuó como el gran boxeador Mohamed Alí. Mitt Romney, el candidadto republicano, ganó el primero de una pelea pactada a tres asaltos, aún faltan dos. En el boxeo, el cine y la política, nadie recuerda como empezó pero nunca olvidamos “el gran final”. Al chico malo no lo matan iniciando la película, ni Alí “nokea” al retador en el primer asalto, porque no habría función, el público se sentiría estafado.
La política, debemos recordarlo, es el segmento de la industria del entretenimiento donde brillan actores malos y feos. Ante Romney, Obama es un intelectual peso pesado, sus capacidades retóricas y de debates superan las del retador. Permitió que el candidato republicano falsificara cifras y verdades.
Obama se mantuvo calmado y Romney tomó la ofensiva, Alí se recostaba de las sogas y el retador debía ir allá a buscar la corona, si podía. El es el presidente, no debe desesperarse ni atacar, tiene 237 de 270 votos electorales necesarios para ganar. Romney sólo tiene 191, a él le toca tirar golpes para conseguirlos.
Si usa todo su poder contra Romney lo aplastaría convertiéndolo en víctima; eso puede aumentar simpatías del republicano. Esa estrategia la usó el vicepresidente, Joe Biden, un verdadero peso pesado; no aplastó a Sarah Palin en el debate que sostuvieron durante la campaña presidencial pasada.
El más agresivo puede perder aquí , porque ésta no es una competencia de testosteronas, están compitiendo las neuronas. Romney exhibió la agresividad de los derechistas guerreristas, Obama exhibió la pasividad y la calma del liberal pacifista.
Romney fue muy bien preparado, al incumbente siempre le va mal en el primer debate, pero falta dos debates presidenciales, uno vicepresidencial y el final en las urnas. Todavía falta lo mejor.