Nueva York.-Hillary Clinton es una Kim Kardashian de la política estadounidense, es famosa porque es famosa y busca la presidencia por ser una mujer famosa. Tuvo tres funciones públicas llenas de fracasos y escándalos.
Como primera dama fracasó estrepitosamente intentando la reforma sanitaria. Hillary es tan terca, que no le hizo caso ni a su propio esposo, el presidente Bill Clinton, cuando le sugería cosas relacionadas con su proyectada reforma.
Como senadora de Nueva York no hizo nada memorable. La misma terquedad de reforma sanitaria estropeó sus aspiraciones presidenciales del 2008.
Como secretaria de Estado no resolvió nada, bajo su gestión nació el Estado Islámico, se desintegró Libia, y el mundo quedó patas arriba.
Aquí, por ley, las correspondencias de los funcionarios públicos se guardan en un registro que le sirve de referencia a futuros funcionarios y fuentes para la historia.
La correspondencia electrónica de Hillary, como secretaria de Estado, la manejó un servidor privado instalado en su casa.
La historia de su gestión será la que ella decida. Hillary envió unos 62 mil correos electrónicos como secretaria de Estado, y dice que la mitad fueron “comunicaciones personales, entre mi esposo y yo”. Pero dice el vocero de Clinton que en toda su vida, el ex mandatario sólo ha enviado dos correos electrónicos.
Por algo el legendario columnista de The New York Times, William Safire, acusó a Hillary de ser una “mentirosa congénita” en 1996, cuando otros dijeron que era una “mentirosa patológica”.
Hillary participó en la investigación congresual que forzó la renuncia del presidente Richard Nixon, ella sabe cuáles evidencias debe destruir. Como primera dama, trituró miles de documentos que comprometían a su esposo en el escándalo de Whitewater.
Como candidata presidencial demócrata, Hillary, su celebridad, terquedad y sus mentiras, asegurarían el triunfo republicano en el 2016.