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Nueva York.-Abdalá Bucaram dijo que el Palacio de Gobierno del Ecuador era una “casa embrujada”, mudándose a un hotel, los fantasmas enfurecieron con su denuncia, y lo destituyeron.
En Venezuela Hugo Chávez usó el fantasma de Simón Bolívar exitosamente durante 14 años. Ahora el profesor Jirafales, perdón, Nicolás Maduro será presidente usando el fantasma “Santo Hugo Chávez del 23”, y unos pajaritos en el aire.
Los fantasmas son poderosos en nuestra embrujada latinoamérica. El de Peña Gómez ganó las elecciones congresuales del 1998 y presidenciales del 2000.
En República Dominicana el fantasma de Trujillo asesina a los opositores de sus aliados, hasta ahora mató a tres presidentes. Dicen que envenó al ex presidente Héctor García Godoy para asegurar la reelección de Joaquín Balaguer en 1970, también asesinó a muchísimos de sus jóvenes opositores.
Hostigó al presidente Antonio Guzmán durante cuatro años, pero una noche de 1982 se enfrentaron en el Palacio Presidencial. Sonó un disparo, el fantasma huyó dejándo al presidente con una bala en la cabeza.
Muerto Balaguer, su fantasma y el de Trujillo cometieron lo que Jean Baudrillard llamaría “el crimen perfecto, asesinaron la realidad suplantándola con la ilusión de la realidad”. Mataron a un presidente joven, de orígenes humildes e ideas progresistas, suplantándolo con un derechista y acaudalado politico empresario, cuyo ego inflado proyecta su prominencia internacional falsificada.
La pírrica victoria del chavismo evidencia el inicio del fin del dominio fantasmagórico. Los fantasmas y sus aliados están asustados porque los pueblos demandan transparencia total, y para ellos eso es mortal. Le temen a la luz más que el Diablo a la cruz, Súperman a la Kriptonita y los vampiros a la estaca.
Para matar fantasmas basta arrancarles el trapo, o encender la luz, inmediatamente desparecen, solo quedará el trapo, porque los fantasmas son todo trapos.