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Nueva York.-En Venezuela se desarrolla lo que podría ser una de las últimas batallas de la Guerra Fría entre dos sistemas en bancarrota total. El socialismo resultó una promesa incumplida y el capitalismo una estafa consumada, ninguno tiene misterios ni novedades.
Nicolás Maduro, asesorado por Fidel Castro, enfrenta a Leopoldo López y Henrique Capriles, entrenados por Estados Unidos.
Dicen que Fidel está en las calles venezolanas montando motocicletas, infiltrado entre los “colectivos y milicias bolivarianas”, vía tropas cubanas vestidas de civil.
El último comandante socialista, luchando por su vida, luce dispuesto a enfrentar a los venezolanos en las calles venezolanas por el petróleo venezolano, la cosa es seria.
Los venezolanos tienen todo el derecho a que su petróleo se administre en su beneficio sin idióticas historias de conspiraciones imperialistas contra el suministro de papel sanitario.
Desde que surgió el primer Imperio Egipcio hace unos 5.000 años, todos los imperios lo controlan todo, esa es su asquerosa y efectiva función. Estados Unidos quiere, y tiene, el petróleo venezolano, ecuatoriano, colombiano, mexicano y el gas natural boliviano, pero ninguno de esos países sufren la delincuencia, inflación y escasez venezolana.
Impulsar una revolución socialista desde una plataforma económica y política capitalista busca alcanzar la perfección de la idiotez. Controles cambiarios y de precios siempre producen escasez e inflación en toda economía de mercado, como sigue siendo la venezolana.
Eligiendo a Maduro los venezolanos cayeron en un agujero negro y parece difícil salir.
La única posible salida es que suficientes chavistas y derechistas deserten de sus extremismos para juntarse en el centro, rescatando la nación de su polarización.
El movimiento estudiantil luce orgánico, no sigue a Capriles ni a López, puede germinar una tercera opción que le evite una catástrofe al pueblo venezolano.
Eso lo deben decidir los venezolanos, sin injerencia extranjera.