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Nueva York.–Estando en la Casa Blanca, cuando Bill Clinton juramentó a Madeline Albright como la primera mujer secretaria de Estado jefa de la Política Exterior, confirmé viejas sospechas. Sus palabras de aquel 20 de enero de 1997 resuenan en mi cabeza: “Y si tenemos que usar fuerza, es porque somos América. Nosotros somos la nación indispensable. Mantenemos una postura elevada. Nosotros vemos más allá en el futuro”.
No dijo nada, simplemente masturbó el ego estadounidense, le encantó a los 22 editorialistas y analistas politicos con los que asistía a esa conferencia sobre política exterior.
“Somos la nación indispensable”, ¿para qué? Esa cita fue bastante célebre, Clinton la repitió varias veces; para mi solo confirmó que Estados Unidos sufre una seria crisis de identidad imperial. No admite que el colapso soviético inició su propia implosion, que el mundo no tiene usos para “la única superpotencia”.
Los primeros ocho meses del 2013 muestran con claridad cuan profunda es la decadencia imperial, y cuanto disminuye la influenca, mientras aumenta la irrelevancia mundial de Washington.
A finales del año pasado el Presidente Barack Obama advirtió que si el gobierno de Siria usa armas químicas en su guerra civil, cruzaría una “línea roja”. En dos ocasiones han usado esas armas, y ahora Obama está “preocupado”.
Por puro miedo a amenazas “específicas y creíbles” Washington cerró casi 22 embajadas y consulados, evidenciando muchísima debilidad.
La ley ordena suspender la ayuda militar donde ocurran golpes de Estado, en Egipto hubo golpe, masacran opositores y Washington no suspende los $1.500 millones en asistencia. Arabia Saudita le ofrece $12.000 millones a los generales egipcios para continuar su gobierno represivo. Estados Unidos no controla, cayó en la irrelevancia casi total.
Si la única “Súper Potencia” se queda sin funciones, influencia o relevancia, podrá seguir siendo “la nación indispensable?”