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Nueva York.-“La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas”. El autor del Génesis, maestro indiscutible de la síntetis, resumió en 26 palabras 4,500 millones de años de transformaciones planetarias, terremotos, erupciones volcánicas e impactos de meteoritos.
Los geólogos explican que sin volcanes no tendríamos agua potable ni oxígeno; que los terremotos y meteoritos, formaron valles y montañas con tierras fértiles, cargadas de minerales. Dividieron el mundo en continentes, crearon los grandes mares y sus hermosas playas.
Esas transformaciones produjeron nuestras “bellezas naturales”, luego el hombre las definió como “desastres naturales”, la “ira de Dios”.
Nuestra civilización lleva unos 10.000 años, nació poco después de la agricultura, cuando inició el fin de la última Era Glacial.
Estamos llegando al fin del mundo que conocíamos con los polos congelados. El polo norte y el Estrecho de Bering, entre Alaska y Rusia, eran puro hielo desde la última Era Glacial, hoy se descongelan.
En Alaska suspenden actividades invernales porque la temperatura esta muy caliente, mientras una tormenta invernal dejó hielo colgando de cocotales y palmeras en el Golfo de México.
El descongelamiemto del polo norte aumenta los niveles marinos en el Atlántico.
En el Caribe eso estaría desbordando los lagos Enriquillo en República Dominicana y Azuei en Haití. Ambos son endorreicos, no desembocan nunca, sedimentan corrientes soterradas y marinas, como el Mar Caspio y el Muerto.
El Mar Cantábrico penetra el norte de España, pronostican que el Atlántico penetrará en Florida y el Caribe.
Los gobiernos deben educar sus pueblos sobre estas nuevas realidades, promover fuentes energéticas renovables y estilos de vida sostenibles. El planeta y su clima cambian, nosotros debemos cambiar, porque lo contrario sería funesto.
“Lo que no cambia está muerto”.