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Nueva York.––La masacre del cine, durante el pre-estreno de la última pelicula de Batman en Aurora, Colorado, da escalofríos. A 15 millas de ahí, en Littletown hace 13 años, nos conmovió la masacre de Columbine High School. También la de Virginia Tech, y la de Arizona donde hirieron a la congresista Gabrielle Gilfford. Las masacres seguirán conmoviéndonos porque nadie controlará la proliferación de armas.
Los candidatos no discuten eso.
La industria armamentista tiene mucho poder desde hace mucho tiempo. Le vendieron armas a los Caras Pálidas para luchar contra los Pieles Rojas, y a los Pieles Rojas para defenderse de los Caras Pálidas. Hoy le venden a los gobiernos que luchan contra narcotraficantes y, defendiendo la “igualdad”, le venden a los narcotraficantes.
Desarrollaron un evangelio donde las armas redimen y hasta “corrigen deficiencias divinas”. Dios quería igualdad entre nosotros, pero en la práctica no salió así, sólo cuando todos estamos armados, asegura el evangelio, somos “iguales” como Dios quiere.
Ese concepto de la “igualdad” se globalizó, liberalizando la venta de armas, replicando las masacres en Noruega; vendrán otras porque hay mucha gente armada y decepcionada. En las naciones pobres los gobernantes cómplices del armamentismo dejan deteriorar la seguridad pública, liberalizan el comercio de armas y la gente “privatiza” su seguridad comprando armas.
Los dominicnaos tienen muchas armerías, muchísimos homicidios y escandalosos feminicidios, la mayoría cometidos con armas de fuego. Cada año las armas matan a unos 50 mil mexicanos, centroamericanos y caribeños.
Esta nueva masacre trae un poderoso mensaje simbólico: el tipo disparando desde la pantalla justo durante la escena de un tiroteo. Gente que se divierte viendo balaceras en las pantallas, murieron en una balacera salida de la pantalla. Que la violencia de una película donde estalla un bomba atómica invada nuestra realidad, resulta en extremo escalofriante.