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Jcmalone01@aol.com Nueva York.––Barack Obama nunca gana una elección, asciende sobre la implosión de su oponente, pero ahora puede ser diferente. En 1996, descalificaron a la senadora estatal de Illinois, Alice Palmer, por presentar firmas falsificadas, Obama era el otro aspirante, ganó sin oponente.
En el 2004 le disputaba el escaño
senatorial de Washington al republicano Jack Ryan. Jeri Ryan, esposa de Jack, lo acusó de forzarla a participar en orgías. Ryan se retiró poco antes de las elecciones. Obama ganó sin oponente, otra vez.
Hillary Clinton se asumía candidata presidencial demócrata del 2008, pero su candidatura implosionó en triunfalismo, pugnas internas y desorganización. Obama fue el candidato; sin experiencia militar, y la nación en dos guerras, enfrentó a John McCain, un veterano de guerra. Lo rescató la buena suerte: el colapso financiero sepultó a McCain, Obama ganó, otra vez.
Esta vez Obama enfrenta a Mitt Romney, el peor candidato posible. Llega el huracán Sandy, dándole el escenario nacional, como presidente, para hacer campaña sin politiquería, mostrando empatía con damnificados.
Obama tiene muchos votos electorales, pero no tantos populares. Sandy podría materializar el sueño republicano: impidirle el voto a muchos obamistas con los apagones y otras disrupciones en estados demócratas como Nueva York y New Jersey, e indecisos como Pennsylvania. Si empatan a 269 votos electorales, la Cámara Baja republicana designaría a Romney presidente y el Senado demócrata a Joe Biden vicepresidente. Entonces dos blancos formarían un “gobierno de unidad nacional”, excluyendo al negrito. La política es el arte de lo posible, después de Gore Vs. Bush y el 9-11, lo impensable resulta probable.
La suerte, como las putas, fornica sin amor, abandona sin dolor y al final sólo podemos decirle, citando al gran Danny Rivera, “gracias por todo lo vivido”.
La suerte es caprichosa y medalaganaria, todos sabemos eso.