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Nueva York.––Cuando JPMorgan Chase anunció que perdió $2.000 millones especulando con esotéricos “instrumentos financieeros” denominados “derivatives”, sentí “esteriquitos”, escalofríos subían y bajaban bien rápido por mi columna vertebral.
Recordé que la crisis del 2008 comenzó en primavera con los misteriosos, complejos, caprichosos, inexplicables e impredecibles“derivatives”. Hasta el sol de hoy nadie nunca ha visto un “derivative”, sencillamente no existen, pero “tienen un “dispositivo interno automático” llamado “multiplicador” que se dispara sólo “multiplicando” pérdidas y ganancias.
Chase empezó perdiendo $2.000 millones, los “multiplicadores” aumentaron eso a $3.000 millones, se anticipa que terminarán en $5.000 millones. Otros bancos pueden tener problemas similares. Esto empezó en la división europea de Chase, con “malos bonos” griegos, italianos, españoles y portugueses. El Euro danza al borde del colapso, y los griegos iniciaron una estampida retirando depósitos, descapitalizando bancos. Eso se contagia con virulencia, de banco a banco, de nación a nación, de continente a continente.
La crisis iniciada en la primavera del 2008, catapultó a Barrack Obama a la presidencia en noviembre, una nueva podría desalojarlo, porque sería mucho peor. Aquella golpeó una economía sólida. Esta será como una explosión nuclear en una nación devastada, con millones de familias desalojadas, 12 millones de desempleados y millones atrapados en deudas impagables.
Una nueva crisis tendría sentido.
Estos banqueros resultaron talentosos y creativos, inventaron la mejor apuesta del mundo. Cuando “perdieron”, consiguieron trillones de dólares que nunca tuvieron. Respondieron apostándolo todo, porque no es suyo, nunca pierden, ni caen presos. Apostando dinero ajeno ganan cuando “pierden”, y no tienen regulaciones. Dejar esa apuesta sería una soberana estupidez. El objetivo del nuevo juego cambió, quien “pierde” gana, porque recupera “todo su dinero”. Los estúpidos que “ganen” deben pagar impuestos.
Aún no encuentro respuesta para esta pregunta fundamental: ¿Por qué cometí la estupidez de no ser banquero?